El proceso constituyente, que ha prometido ser altamente inclusivo y participativo, no puede pensarse hoy omitiendo la realidad que impone una sociedad en red, mediada por el software social viviendo bajo los códigos estéticos y performáticos del diseño de interacción.
El punto que quiero hacer es que una empresa deliberativa a gran escala como promete ser este proceso constituyente, con las expectativas que depositado en cuanto inclusión y validación ciudadana, no puede saltarse la gran oportunidad que abre el diseñar una plataforma digital de deliberación social que mejore los procesos democráticos, que de visibilidad a voces que no son representadas y que, en definitiva, sirva para contrastar el discurso político oficial con el discurso ciudadano.
Pero, ¿qué condiciones debiese tener una plataforma de este tipo? ¿sobre qué paradigma de justa representación debe apoyarse? ¿el de las agendas abiertas y los discursos completamente emergentes o desde las propuestas emanadas desde las autoridades representantes y que luego son sometidas a valoración y comentario ciudadano? ¿es una ciudadanía autónoma en su discurso o evaluadora del discurso político?; en definitiva ¿estamos los ciudadanos capacitados para articular un discurso valórico, pero también técnico, y de alta complejidad? ¿y le interesaría participar realmente a todos o a una gran mayoría? Y no menos importante, ¿qué peso legal podrá tener el dictamen de una plataforma digital? ¿tendrían peso vinculante sus resultados?
Principios existentes
El primer modelo, el más obvio, corresponde a la extrapolación la práctica democrática hacia el espacio digital por medio de consulta binaria (un sí o un no, o una rayita como lo es el voto, que no es otra cosa que una prueba de alternativas predefinidas) que emana desde un grupo de autoridades representantes hacia la ciudadanía. La diferencia o innovación que viene a aportar el soporte digital es que puede ser posible a muy bajo costo y a gran escala, lo que podría redundar en un uso mucho más cotidiano de la herramienda, dando mayor capacidad de participación a las personas en los asuntos de la política legislativa. Las críticas a este principio apuntan a detacar la poca capacidad de los individuos en temas técnico-legislativos junto con la marginación de accesibilidad a personas no alfabetizadas digitalmente o sin medios tecnológicos para participar del debate. En el modelo plebiscitario requiere de soluciones tecnológicas que resulevan en problema de la autenticación (resuelto por la propuesta de clave única en Chile) y de seguridad para garantizar la no manipulación de los votos.
Un principio muchísimo más interesante que el modo plebiscitario, donde la agenda viene predefinida, corresponde permitir la libre publicación de ideas o proposiciones por parte de la ciudadanía, incorporando luego un flujo, a saber:
Publicación de idea o propuesta que plantea un punto de vista
Resaltar coincidencias y divergencias dentro del discurso publicado
Las coincidencias y divergencias explicitan sus posiciones, por medio de nuevas publicaciones (1) que quedan articuladas y sopesadas en base a conceptos. Estas nuevas afirmaciones establecen nuevos puntos de vista
Resaltar las evoluciones en los puntos de vista
Negociación en puntos de acuerdo
Adoptar una posición
Los individuos llegan al conceso
Obviamente existen muchísimos más detalles que vuelven más complejas estas estapas, como las formas textuales de valoración, adscripción y fijación de las voluntades, así como la forma de navegar los conceptos para participar de todas aquellas instancias donde el ciudadano puede identificar su potencial injerencia.
El comienzo libre y abierto de la publicación (1) trae implícita la realidad de los discursos simultáneos y la eventual sobrecarga de información. Por eso, la forma de maniobrar por este corpus discursivo, así como su visualización y catalogación a gran escala, determina en gran medida la calidad de la experiencia del usuario. Temas como acceso y legitimidad inicial de la plataforma, identificación de los ciudadanos, seguridad y “verificabilidad” de los resultados así como los mecanismos de valoración, son claves ya que determinan el ADN estructural de este software democrático.
En conclusión, abrir un debate real que posibilite la discusión de ideas a gran escala, requiere de un diseño que sea capaz de articularlas como semejantes, y por lo tanto, debe tratarse de una plataforma que debe proponer un nuevoformato discursivo capaz de incluir a todos {desde su claridad y simpleza} pero lo suficientemente sofisticado para identificar las posibilidades dentro del lenguaje de los argumentos, sus palabras clave y sus conceptos {encontrabilidad y sinónimos} que permiten dibujar la trazabilidad y evolución de los discursos.
Las recientes movilizaciones ciudadanas en Chile y en el mundo, en su transversalidad y convocatoria, han puesto en cuestión el esquema de conversación social aportándonos con experiencias muchas veces directas (desde dentro, digamos) y rectificadoras de algunas premisas teóricas que teníamos equivocadas. Entre ellas, el supuesto deterioro del capital social –que pensábamos– se concentraba entre los más jóvenes. La aparente apatía juvenil, observada por diversos estudios durante los últimos años, no resultó ser otra cosa que una profunda desesperanza e impotencia producto de la desconfianza hacia un sistema sin canales viables para la participación, manifestándose este año en oleadas sucesivas de movilizaciones que han girado en torno a temas-eje1, activado a la esfera pública de una forma inédita. Hemos sido testigos de cómo los temas configuran públicos en torno a ellos (y no al revés) de forma veloz y altamente volátil, en términos de la energía que pueden desplegar en corto tiempo.
Este “estado de movilización” es transversal en muchas sociedades modernas y ha llegado para quedarse. Ejemplo de esto son: el 15M, la primavera árabe, el movimiento de los indignados, el movimiento estudiantil en Chile, los recientes desórdenes en Londres, las diferentes instancias de los actos #Occupy–, sólo por nombrar algunos. La hebra común que los vincula en muchos casos se refiere al descontento social, con una insuficiente o nula canalización de los anhelos civiles hacia las políticas públicas imperantes o un gran anhelo de vida democrática de calidad con formas concretas de aportar y de ser reconocido.
Esto se ha reflejado en la fuerte voluntad de participación directa de la ciudadanía, ahora empoderada por las herramientas digitales, fundamentalmente a través del uso de las redes sociales que, aunque pueden en ocasiones banalizar los procesos de debate y participación, se han constituido en un nueva ágora pública, desestimando los canales de participación tradicionales y abogando por un modo más transparente y reversible para el diálogo ciudadano. El co-diseño, o diseño participativo se ha instalado como un modo válido para enfrentar este problema.
Este post, entonces, describe las dinámicas y procesos observados durante el desarrollo de las movilizaciones sociales iniciadas por los estudiantes chilenos y secundadas por distintos actores y sectores políticos. He querido establecer medidas de eficacia constructiva, identificando los riesgos y oportunidades implícitos en la naturaleza volátil y compleja de estas dinámicas; mi interés radica en identificar patrones de interacción social y de colaboración para traducirlos en un modelo mayor que permita aportar a la comunidad de diseñadores y desarrolladores de plataformas de gobierno electrónico.
Diseñar para la inclusión y el involucramiento ciudadano de los jóvenes es de vital importancia, pues han sido históricamente los protagonistas de los cambios sociales y culturales. En el último tiempo han estado a la vanguardia del uso y (re)creación de la web 2.0. Sin embargo, diseñar para favorecer la deliberación —etapa necesaria para un proceso democrático— es el paso que falta en esta sostenida tendencia hacia el empoderamiento del usuario/ciudadano precisamente porque tenemos extrema facilidad para la divergencia (entiendida desde el valor del pluralismo) pero extremas dificultades para converger o entrar en una dinámica propositiva. No existen ni los canales ni los mecanismos para una deliberación ciudadana donde se revisen con seriedad los eventuales traslapes de propuestas y se integre a los participantes en un proyecto común.
Caso de estudio: las movilizaciones estudiantiles
Nuestro trabajo de investigación se ha centrado en comprender a los jóvenes en su relación con el poder y sus patrones de interacción social y tecnológica por medio de entrevistas semi-estructuradas, observaciones en terreno, sesiones de diseño participativo y co-creación. En el último tiempo, a raíz de las movilizaciones estudiantiles en Chile, nos ha tocado observar muy de cerca –incluso participando en– estas dinámicas deliberativas.
Resulta de vital importancia reconocer el nosotros como una co-construcción. Este nosotros, en el caso de los estudiantes, se formaliza en la estructura de gobierno que supone un acuerdo anterior. A lo largo de las movilizaciones estudiantiles este cuerpo de estudiantes sufrió, a lo menos, 6 mutaciones en su estructura interna. Toda la energía, el sentido de aporte individual y las propuestas de cambio debieron abandonarse en un debate muchísimo más básico: la validación de la estructura de gobierno. Es decir, la carencia de una estructura o de un protocolo básico de funcionamiento impidió que floreciera algo a partir del colectivo; así de radical resulta ser la necesidad de estructura. Lamentablemente, una vez finalizado el paro, el cuerpo de estudiantes no logró acordar ninguna forma de gobierno interno quedando delegado a la federación de estudiantes de manera tácita.
Este esquema muestra los diferentes estados de gobierno durante los meses Junio-Septiembre de 2011 de la e[ad] Escuela de Arquitectura y Diseño de la PUCV2.
Estas movilizaciones no han estado carentes de fuertes autocríticas, teniendo muchas veces que reformularse estructuralmente para asegurar su continuidad. El debate interno del cuerpo estudiantil se dirime por un lado entre una estructura piramidal jerárquica basada en vocerías y mecanismos de representatividad por medio de votaciones, y por otro lado, un modelo distribuido en delegados por grupos, enfocados en trabajos concretos, sin representantes y con una fuerte horizontalidad. Estos dos modelos fueron denominados “modelo palomas” y “modelo estorninos” respectivamente, debido a sus fuertes similitudes con las dinámicas grupales mostradas en los distintos tipos de bandadas.
El modelo palomas (top-down) es eficiente en para construir el tamaño y la identidad de la figura total del movimiento. Es capaz de instalarse como contraparte a la institucionalidad pero es todavía insuficiente para construir espacio de diálogo en el debate social mayor, donde los protagonistas son los representantes jerárquicos, figuras mediáticas reconocidas a nivel nacional. A ellos se les delega el poder de acción que “consulta” permanentemente con las bases mediante un sistema reglado de votaciones. Este proceso es lento y desplaza la discusión significativa hacia las cúpulas dejando a las bases con la función de presión, algunas veces violenta. A nivel de la experiencia individual, la palabra y la acción quedan desarticuladas, lo que vuelve la participación en un acto simbólico, marcado por un sentido mucho más emocional que racional: el pertenecer, sentirse identificado y apoyar una causa mayor. La envergadura de la causa imprime, inevitablemente, un caracter de poca trascendencia en la acción individual, generando un sentido tácito de impotencia cuando la participación se vuelve simbólica.
El modelo estorninos (bottom-up) define un espacio de acción acotado, excluyéndose del gran debate de manera directa, pero estableciendo dinámicas participativas en torno a ejes o proyectos de trabajo que pueden entregar frutos concretos. Se declara tácitamente una “frontera de consernimiento” que filtra el discurso sin asidero ni consecuencia directa posible. Si bien su trabajo puede alinearse a la causa mayor del movimiento, sus acciones creativas son esencialmente autónomas y descentralizadas, obedeciendo primeramente a los contextos y necesidades inmediatas. La identidad del grupo mayor se declara en primera instancia desde una condición preexistente –la pertenencia– y se construye como colectivo en virtud de un trabajo común que debe re-formularse, cada vez. Por este sentido, este tipo de organización es más frágil ya que demanda más trabajo para mantener su pulso y su tamaño. La dinámica de la asamblea debilita al modelo estorninos, ya que la supremacía de palabra por sobre la acción merma la voluntad por participar. Finalmente se termina produciendo una dinámica meritocrática medida en base a los aportes concretos y liderazgos de los individuos en cada uno de los proyectos en que participa.
La diferencia de los modelos define un rol distinto del liderazgo. El modelo jerárquico define líderes que pivotean y canalizan la comunicación, mientras que el modelo horizontal requiere líderes atractores que construyan ejes de trabajo.
Pienso que la clave está en la definición de un modelo de interacción mixto (de adhocracia) que:
permita la emergencia de liderazgos en torno a temas-eje
permita y reconozca las iniciativas individuales dentro de estos grupos de trabajo emergentes, a partir de mecanismos de valoración y adscripción democrática
que el reconocimiento a las personas esté basado en sus aportes reconocidos y validados por sus pares
que las instituciones, por medio de sus autoridades, reconozcan los temas emergentes y a los líderes (entendidos como aquellas personas que han aportado con propuestas o se han adscrito a grupos de trabajo) sin generar estructuras paralelas de gobierno.
valide una estructura interna
La relación con la tecnología entre los estudiantes de educación secundaria y universitaria es difícil de generalizar. Sin embargo, podemos afirmar que los nuevos servicios son mirados con desconfianza inicial pero rápidamente se apropian de ellos como canales alternativos de difusión y notificación. Las redes social (principalmente Twitter y Facebook) son empleados de esta forma, mientras los sitios Web institucionales (frecuentemente montados en WordPress) sirven para debates públicos más estructurados. Todavía no se emplean servicios para la votación y, en un primer muestreo, se expresó un rechazo hacia esta forma deliberativa producto de la desconfianza que proyecta como una “caja negra” difícil de fiscalizar.
La Experiencia Democrática
Se entiede experiencia como la interacción entre el individuo y su entorno diseñado. Esta interacción se comprende como un viaje con etapas sucesivas que construyen un sentido de unidad y coherencia. Esta unidad es completa si las etapas llegan a consumarse; y será significativa en cuanto sea emocional y estética. La noción de co-experiencia expande este modelo para incorporar la dimensión social y colectiva de la consumación de un acto colectivo. Esta realidad transforma la realidad consecutiva y sincrónica de la experiencia individual en un fenómeno distribuido y desenfocado, con ciertos hitos significativos (consensuados) que marcan el tiempo y avance de –en este caso– la co-experiencia del proceso democrático.
Este es el modelo de experiencia básico, entendido como el acoplamiento entre la acción y su significado.
Podemos reconocer, por lo menos, cuatro modelos tácticos para la construcción de democracia digital. Estas tácticas operan como patrones definidos de interacción digital, y han sido probados en diversos lugares y situaciones del mundo.
En primer lugar, está la noción de democracia directa o plebiscitaria. Se prefiere rechazar este modelo como alternativa de gobierno debido a su peligrosa inconsistencia y poca sustentabilidad en la implementación de las decisiones. La evidencia sugiere que el apoyo a la democracia directa se ve correlacionada positivamente con el grado de insatisfacción hacia las instituciones democráticas de carácter representativo. En efecto, una de las razones para la promoción del modelo directo plebiscitario es el fortalecimiento y legitimación decisión en situaciones en que la institucionalidad falla. Este modelo se critica por su carácter tecno-populista que no asegura la viabilidad de las decisiones y falla en alinear correctamente las aspiraciones con los compromisos implícitos en ellas. Sin embargo, cabe destacar que esta estrategia es sumamente provechosa para consensuar los temas relevantes de la agenda pública, es decir, como estrategia de crowdsourcing para detectar el sentido de importancia y urgencia para constituir una agenda valorizada desde las prioridades democráticamente establecidas. Tal vez el observar las discrepancias entre los temas emergentes (bottom-up) y los temas de la agenda oficial (top-down) pueda servir como indicador de legitimidad.
En segundo lugar están comunidades en línea, fortalecidas y empoderadas por la rápida absorción y masividad de redes sociales como Facebook o Twitter. Hay muchas más comunidades digitales de lo que comúnmente se cree, las que se constituyen como una red cívica autónoma. Este modo de interacción constituye un verdadero género discursivo público que facilita la colaboración y la coordinación de un modo altamente flexible. Uno de los principales problemas es la falta de foco de las discusiones que, al ser abiertas y sin una moderación declarada de antemano, suelen contaminarse con ruido de información banal que desvía la atención y tiende a diluir en la superficialidad los asuntos cívicos.
En tercer lugar, los gobiernos están utilizando cada vez más técnicas de minería de datos y visualización de información como una forma de medir la opinión pública. La mayoría de los experimentos en democracia digital llevados a cabo por diversos gobiernos, incluyen herramientas de este tipo. La más fuerte crítica a este enfoque es la volatilidad y superficialidad de la información recabada. Monitorizar las sitios y ciertas palabras clave en Internet no permite acceder al proceso profundo de la formación de la opinión pública.
El proyecto MediaFranca busca enfocarse en un cuarto modelo de democracia digital que es, sin duda, uno de los más difíciles de diseñar y construir: sostener la participación ciudadana a lo largo de procesos deliberativos. El énfasis aquí está puesto sobre el “elemento de deliberación” dentro de la democracia. Esto tiene poco que ver con la innovación tecnológica y mucho que ver con nuevas ideas sobre cómo enriquecer el proceso democrático como un experiencia social (co-experiencia) con formas y cualidades significativas.
Entre las dimensiones necesarias para la inclusión y participación ciudadana podemos mencionar, a modo de una normativa básica:
Definición del tamaño del “nosotros”. El acotar el universo inmediatamente define el alcance de las decisiones y el tipo de asuntos a discutir.
Acceso a información balanceada, tiene que ver con la apertura, disponibilidad y acceso a las fuentes. Sin duda, este es uno de los aspectos más fuertes de la Red.
Mantener una agenda abierta a nuevos asuntos que puedan emerger. La agenda flexible puede entenderse también como una agenda autorregulada mediante mecanismos de valoración colectiva.
Tiempo para considerar los temas, lo que hace preciso definir plazos y metas (moderar, de algún modo).
Sistema libre de manipulación o coerción (reversible, sincronizable y verificable por cualquiera de las partes)
Entorno de discusión basado en reglas (transparencia absoluta de los mecanismos de priorización, adscripción, votación, reconocimiento, etc.)
Gran quórum de participación e inclusión en la discusión (proporcional al recorte)
Posibilidades de interacción libre entre los participantes, es decir que la plataforma no monopolice la conversación sino que facilite el intercambio y el desarrollo de la conversación en entornos offline.
Reconocimiento de las diferencias entre los participantes, pero el rechazo a los prejuicios basados en estatus (Edwards, 2002).
MediaFranca
Sobre el proceso de la experiencia de las personas, MediaFranca propone una estructura de participación basada en flujos de interacción.
Estados
Publicación
Participación
Deliberación
Gestión
modo de la experiencia
documental
testimonial
individual
conversacional
constructiva
co-experiencia
reflexiva
contemplativa
inmersiva
inclusiva
colaborativa
dinámica de interacción
informar
reportar
denunciar
consultar
argumentar
apoyar/rechazar
votar
adscribir
comprometer
trabajar
reclutar
objetivos
construir una imagen equilibrada y exhaustiva de la realidad a partir del reporte y el punto de vista
modelar el sentido colectivo de relevancia estableciendo una agenda prioritaria
construir acuerdos abierto y pluralistas
depositar la responsabilidad final en la comunidad involudrada
servicios de gestión de proyectos
Google docs
wikis
Nuestro modelo distingue 4 estados dentro de la macro (co)experiencia democrática. Cada uno de estos estados puede abordarse desde el Diseño como experiencias finitas, cada una de ellas con una forma de culminación propia.
El modelo contempla desde el levantamiento de temas hasta la gestión de una iniciativa a través de herramientas ad-hoc. Esta estructura perfila los procesos mencionados como estados de participación abiertos, no obligatorios, según la tipología de personas y sus intereses locales, clasificando cada acción ciudadana en las instancias de:
Publicación: levantamiento de temas
Participación: enriquecimiento del diálogo, feedback colectivo
Deliberación: Participación indirecta
Gestión: Participación directa.
En primera instancia, diseñar un espacio democrático requiere permitir su maleabilidad estructural. Diseñar para una maleabilidad estructural significa permitir un proceso de co-evolución con los participantes. Si la maleabilidad se refiere a la capacidad de alterar los artefactos del ecosistema, la maleabilidad estructural se refiere a la capacidad de modificar el espacios donde se da la interacción, modificar las condiciones ambientales. Aquí, sin la intervención del diseñador, las acciones que emergen dentro de ciertos contextos pueden modificar las condiciones del sistema en el que se insertan. La gente ya no es más consumidora dentro de espacios o sistemas predefinidos sino que se vuelven co-creadores de espacios convivenciales.
El enfoque anticipatorio del diseño como proyección (que prevé) o como planificación, se mueve hacia otra estrategia de producción y de compromiso con su comunidad de uso (el público) mediante el reconocimiento de sus limitaciones y dejando la puerta abierta a constantes modificaciones, asumiendo un modo conversacional o de control blando, refiriéndose al cambio programado dentro de un sistema complejo. Normalmente las acciones ejercidas deben esperar un tiempo para ver los efectos de la acción. Esto se debe principalmente a que la naturaleza de la interacción social no se refiere únicamente a los actos comunicativos o transaccionales a nivel individual sino también a la modulación dinámica de energías materiales y sociales.
Otro aspecto clave de una red que empodera la acción social es permitir la reversibilidad de sus relaciones. Cuando se trata de tecnología, la reversibilidad no es otra cosa que la moral puesta en práctica. Diseñar para el diálogo puede ser entendido como apoyar los procesos co-evolutivos mediante relaciones dialécticas. A la gente se le permite hablar de vuelta, comentar, elaborar sobre lo ya constituido; pero de un modo transparente y siempre reversible, que evita a toda costa la imposición de construcciones, procesos o ideas. Esta forma –ideal, por cierto– busca permitir la emergencia te ideas y tópicos democráticamente relevantes y tiene lugar a escala humana, en comunidades y grupos pequeños donde los valores esenciales son los significados comunes, el pensamiento colectivo y, por lo tanto, la propiedad y el bien común.
Al involucrarnos en interacciones sociales, buscamos un sentido de propósito y de trascendencia a nuestros actos; necesitamos ver la consecuencia de nuestras acciones si aspiramos a que otros elaboren y construyan sobre ellas. La trascendencia, en este sentido, apunta a nuestra habilidad para generar aportes significativos en nuestras comunidades; aporte con un valor intrínseco suficiente como para que sean recibidos y reconocidos positivamente. Una herramienta que permita acciones trascendentes de sus participantes les permitirá transformar su contexto en oposición a la construcción de contextos que imponen acciones y condicionan y limitan a las personas.
El modelo de MediaFranca hace un especial hincapié en la etapa deliberativa y en normar los procesos vinculantes. apuntando a la motivación a través de la construcción del perfil ciudadano, grado de participación-influencia, y la realización, mediante la recomendación inteligente de oportunidades y soluciones legales según las características de las conversaciones. Construir un modelo deliberativo en base a la votación, no asume la diversidad de intereses ciudadanos en cada uno de estos estados, más bien, excluye a quienes no deseen participar del resto de las instancias. Una persona podrá sentirse atraída levantando temas locales, conectando conversaciones, pero no gestionando la realización de un proyecto. Si apuntamos a una autorregulación de los mecanismos vinculantes tenderemos, sin duda, a una suerte de meritocracia (Bishay, 2010), donde las personas tendrán necesariamente mayor injerencia sobre aquellos asuntos sobre los cuales han invertido tiempo y trabajo.
Sobre la motivación y el incremento en la sinergia de las conversaciones, hacer público un perfil ciudadano de acuerdo al nivel de participación, genera una reputación e influencia que desincentiva la publicación de información banal. Cada persona con su identidad ciudadana, del mismo modo que lo hace con su perfil en las redes sociales ya que forma parte del mismo ecosistema. Distinguir la participación a través del reconocimiento de personas, aumenta la relación horizontal y la importancia del empoderamiento cívico a través de la representatividad.
Un espacio de interacción social reglado define, en virtud de su estructura mecánica de protocolos y procedimientos, un determinismo estructural. Ya hemos discutido que lo que emerja como comportamiento masivo es complejo de prever y por eso se hace necesario irlo construyendo permanentemente de forma dialógica. El sistema propuesto busca hacer “rimar” la palabra y la acción. En términos políticos esto significa desincentivar el clientelismo y promover el empoderamiento orientado en acción y proyecto. Son los proyectos los que construirán un “anillo público” a su alrededor, un pequeño “nosotros” que se articula en pos de una visión compartida del futuro, por muy pequeño y humilde que sea el alcance del proyecto entre manos.
Si bien los servicios digitales son altamente sofisticados en los algoritmos que los gobiernan, la mecánica democracia no debe serlo. Muy por el contrario, debe ser transparente y comprensible; no como una caja negra sino como un cubo blanco. Una elección democrática de define con una claridad aritmética, sus mecanismos son comprensibles y fácilmente verificables. En este sentido, la complejidad que abre la tecnología es –paradójicamente– la simpleza que se requiere para no obscurecer ni delegar en cajas negras la co-creación de un futuro común.
Conclusiones
Los diseñadores debemos comprender nuestro rol como posibilitadores o habilitadores, o más precisamente, de sembradores de condiciones dentro de sistemas dinámicos. Como consecuencia de esto, el diseño ya no puede ser entendido como una actividad de planificación (de pre-ver), sino en cambio, como el diálogo permanente de ajuste de los flujos de comunicación, habilitación y uso. Dentro de esta forma del diseño, la cultura, los productos, los servicios y los sistemas son concebidos en integración. Las dualidades arte-ciencia, sujeto-objeto, poética-política aparecen como conceptos trampa que amenazan con desbalancear el frágil equilibrio que requieren estas configuraciones. La búsqueda por la coherencia unívoca se muda por otra forma de coherencia más compleja, cuya imagen está en constante transformación y ajuste; no se trata de una imagen que deba perseguirse sino de una relación abierta que se busca sostener y conquistar continuamente.
En el contexto actual de servicios Web, resulta complejo plantear una solución genérica o “bala de plata” si no existe un compromiso institucional mayor que aborde el problemas como el acceso, la neutralidad, la transparencia de los datos públicos, la arquitectura propietaria de la Red, entre otros.
Este texto hace un llamado a los gobiernos para que lideren iniciativas de integración y de estándares para una nueva generación de servicios ciudadanos desde la óptica del metadiseño. Sin embargo, mientras se requiera de mejoras incrementales al sistema, no perdamos de vista el sentido profundo de la experiencia ciudadana a cambio de una mirada más pragmática y cortoplacista de los servicios Web vinculados a modelos de negocios inmediatos de carácter corporativo. Nos damos cuenta que se necesita una mirada más holística y sabia para el oficio del diseño, donde reconocemos la importancia del diseño participativo e inclusivo, asumiendo nuevos modos de co-creación más flexible y adaptable, para estar a la altura de los problemas de sustentabilidad social que el futuro nos depara.
Son temas como las causas medioambiental, temas más genéricos como la antiglobalización o el capitalismo o temas puntuales como la educación. [↩]
Este estudio fue realizado por alumnos de 4º año de diseño gráfico en septiembre de 2011 luego de 3 meses de paro. Más información [↩]
Me parece que la WWW se nos presenta, cada día más, como el medio por el cual se contruye nuestro espacio público y nuestra cotidianidad social. Para la mayoría de mis amigos, esta afirmación no es solamente obvia sino ya algo añeja. Uno puede constatar cómo nuestra narrativa social se va escribiendo en la Red, en un soporte con memoria que construye el espejo con el que nos miramos. Este medio permite una mayor apertura en comparación con los viejos mass media, facilitando la producción abierta de contenidos y de conversaciones en una cierta libertad de expresión, además de permitir la colaboración masiva en proyectos tan emblemáticos como Wikipedia, entre otros cientos.
Es problemático, sin embargo, que reconociendo este creciente rol cultural y público (estratégico, por cierto), la Red permanezca peligrosamente bajo una arquitectura privada. Es bien sabido que en caso de guerra, el sistema de comunicaciones de una nación pasa a ser un objetivo militar: la estocada hay que darla en el corazón. Cuando desaparece esa delicada capa de comunicación, la sociedad pierde su civilidad y su cordura1. El Estado, sin ir más lejos, capta gran parte de sus ingresos por medio de las ventanillas transaccionales del SII.cl, así como muchos de sus servicios interactúan con el público por medio de servicios en línea. Pero aquí radica la paradoja: este espacio aparentemente público es enteramente privado.
Las leyes2 estipulan que para “redes residenciales” (osea, casi todas) sólo se puede tener acceso a Internet mediante y mediado por un ISP3, quien controla y franquea toda conexión con el mundo exterior. Esta arquitectura presenta 3 problemas fundamentales:
Se basa en un esquema comercial donde las personas somos meros consumidores: consumimos ancho de banda y por esto se nos cobra. Hay que solventar la millonaria infraestructura de conectividad y los costos de mantención que, al parecer, sólo se financian mediante pequeños contratos residenciales. Hay muchos lugares donde no es negocio conectar a la gente4
Delegamos a los ISP la responsabilidad estratégica de velar por la neutralidad de la Red. Resulta complejo a veces hacer coincidir los intereses corporativos con los intereses civiles: dictaduras obligan a los ISPs a cerrar puertos y salidas, bloquear sitios problemáticos, etc. Esto sigue pasando, no es ficción.
Es frágil, ya que es una red con un punto neurálgico: el proxy. Las arquitecturas más fuertes (o resiltentes) son distribuídas. Una falla del proxy central, deja a todos los clientes asilados. Esto nos pasóen el reciente terremoto.
Nuestra Red actual nace de una idea militar que avanzó hacia una idea comercial. Pero si pensamos que la conectividad es un bien público, debemos pensarla desde otra perspectiva. Se define bien público como:
Un bien que está disponible a todos y del cual el uso por una persona no substrae del uso por otros5.
Hoy día, con nuestros computadores portátiles, somos capaces de producir una red doméstica o bien de canalizar una red existente (compartir conectividad). Las redes enmalladas (o redes mesh) se basan en el principio de que cada cual contribuye a la red al conectarse a ella: la red crece porque reconoce que cada nueva conexión la hace crecer y construye nuevos caminos entre los nodos existentes. No es una red de clientes y servidores sino un esquema esencialmente igualitario. Este esquema es el que inspira al proyecto de OLPC6 que busca darle acceso a los niños a la tecnología y a Internet en países como el nuestro.
Creo que una arquitectura enmallada puede convertir la conectividad tecnológica en colectividad social, en cohesión cívica. La red actual tiende a alienarnos de nuestro entorno físico, una red enmallada en cambio, me vuelve conciente de mis vecinos, ya que vuelve relevante mi proximidad física con ellos; me inserta en una comunidad y me lleva a construir diálogos diferentes, tal vez más arraigados en asuntos locales.
Una Red enmallada no tiene dueño porque todos lo seríamos, nadie la puede controlar porque estaría completamente distribuída y, con algún sistema de independencia energética (como alimentación solar o eólica) sería completamente a prueba de desastres. Sin embargo, las redes enmalladas no despegan por carecer de un modelo de negocio y literalmente hay que hackear los routers comerciales para transformarlos en routers enmallados.
Pero creo que vale la pena intentarlo, construir Redes Abiertas y documentar prototipos caseros en el ánimo de hacer que Internet sea un espacio público de verdad y no un “espacio público como un mall”. Sueño con el día en que los routers solares enmallados formen parte del mobiliario urbano de las calles y plazas, y donde “estar conectado” no sea el privilegio de unos pocos sino el derecho de todos. ¿Es mucho pedir?
basta recordar las escenas de saqueo después del terremoto del 27 de Febrero de 2010. [↩]
quisiera poder citar con más exactitud, pero desconozco la ley. [↩]
Internet Service Provider, osea la empresa que provee los servicios de conectividad [↩]
Recientemente el Estado de Chile mediante la Subtel lanzó elProyecto Bicentenario “Red de Internet Rural: Todo Chile Comunicado” que beneficia a Entel para controlar toda la conectividad rural. [↩]
Nota: texto preparado como exámen para los proyectos de título de Diseño Gráfico de Dámaris Sepúlveda y Cristóbal Severin.
Estos dos proyectos, si bien abordan temáticas bastante diferentes, comparten un punto de vista y una utopía común. La primera y más evidente semejanza radica en su soporte digital (viven en la nube). Se trata de proyectos que proponen servicios distribuidos por Internet y diseñados para actuar simultáneamente en grandes extensiones de territorio. En este sentido, otro punto de encuentro de estos proyectos radica en que ambos piensan a escala país.
Esta naturaleza material (o inmaterial, si se quiere) de la nube trae una doble lectura, ya que puede pensarse como una herramienta o como un espacio.
Es una herramienta por cuanto permite y aumenta la comunicación en todos sus formatos, transacciones de todo tipo, trabajo, etc. Como herramienta nos plantea el problema de la educación, ya que apela a cierta alfabetización y dibuja barreras de acceso.
La utopía de la nube en cuanto herramienta canta a la malebilidad, el poder colectivo de insidir en el registro abierto, en los diálogos simétricos y en la convivialidad.
También es un espacio, por cuanto da lugar a la participación colectiva y la interacción social. Es un espacio porque dibuja proximidades y distancias, con accesos, encuentros y fugas. Pensar la red como espacio plantea el problema de la libertad. Libertad de acceso y libertad de expresión. Plantea la dicotomía público-privado: la Red se reconoce pública en su ser privado.
La utopía de la Red como espacio es la malla abierta, acumulable y extensible. Internet como bien y memoria pública.
Éste es el punto que distingue a los proyectos: Dámaris plantea el SNS como una herramienta de servicio público y Cristóbal trabaja en el espacio público de la participación (en MediaFranca).
Ambos proyectos, en cuanto obras, abren preguntas a propósito del sentido de la forma diseñada; preguntándose también por su función, pero más allá: por su condición social capaz de construir identidad y de inscribirse a partir de códigos culturales actuales. ¿Cómo se ven?, ¿cómo se lee y se opera en ellos? Esas son las preguntas que estos proyectos abordan.
SNS
El proyecto de Dámaris Sepúlveda se origina con un estudio abierto, sin proponerse una obra específica pero asumiendo un campo de diseño: el de los servicios, y junto con esto, se sumerge en el sistema hospitalario para abordar la experiencia del paciente en la salud pública.
El estudio inicial permite definir un modelo general de experiencia en salud e identifica oportunidades para el desarrollo de servicios digitales en torno a ésta. Finalmente se propone la plataforma SNS (Servicio Nacional de Salud) como un servicio Web que unifica la gestión de atención y comunicaciones de la salud pública en torno a la ficha digital del paciente. El proyecto concerto que logra finiquitar consiste en la arquitectura de información y diseño de interfaz de esta plataforma.
Claramente nos percatamos que el rol del diseñador, dada la envergadura utópica del proyecto consiste en asumir la estregia de transformar el proyecto en un argumento. Dicho argumento se construye como un lenguaje con un espesor o transversalidad capaz de tocar a diversos actores; políticos, estrategas, actores y agentes de los servicios, público en general, técnicos e implementadores, etc.
Dicho argumento es el siguiente:
Los centros de salud pública en Chile carecen de un sistema de gestión de la información centralizado ni interoperable. La comunicación entre el servicio y el público también es problemática e inside en una muy baja percepción del servicio, a pesar que la calidad de la atención médica es buena. Este proyecto propone una forma coherente e interoperable entre las instituciones, los médicos, el personal administrativo y el público en general a partir de una mirada centrada en las personas y en los componentes de interacción del servicios.
Con este proyecto apuntamos al diseño de una plataforma articuladora de la información (SNS) cubriendo el vacío institucional actual. Nos damos cuenta que más allá de reparar una situación local tenemos la oportunidad de construir los fundamentos para una plataforma abierta que permita la generación de nuevos servicios públicos digitales en el sector salud.
MediaFranca
El trabajo de Cristóbal Severin se inscribe en la línea de Diseño para la Democracia. En este sentido, la primera materia consistió en catastrar y estudiar los diversos modelos de interacción democrática como un modo para acceder a la forma de las grandes conversaciones.
El proyecto MediaFranca propiamente tal, parte con anterioridad, pero este año se lleva adelante una investigación para situarlo y contextualizarlo en el aquí y ahora. Esta investigación se propuso generar y validar una interfaz Web capaz de dar cabida al discurso colectivo de los asuntos sociales, construyendo un espacio público.
Mediafranca busca ser un espacio publico donde convergen personas, temas y lugares, para generar conversaciones relevantes a la ciudadanía. Uno de los principios fundamentales de MF es favorecer la convergencia de los discursos cívicos, evitando la disociación de conversaciones similares; en cierta medida recomponiendo un nuevo “cara a cara” dado en la intimidad de los temas.
Otro aspecto fundamental es que la relación entre los temas y sus lugares constituyen un mecanismo para generar un volumen de opinión material que permite fundamentar la relevancia de ciertos temas emergentes, ya que se valora desde la colectividad, dando una mayor capacidad de coordinación deliverativa a las personas.
No menos importante es el registro acumulativo de los aconteceres sociales que se genera, al modo de una memoria pública. O memoria estratégica, en el caso que las insituciones (y todo lo demás) fallen.
Este proyecto se encuentra en fase de realización como software abierto.
“El territorio ya no precede al mapa, ni lo sobrevive. De aquí en adelante, es el mapa el que precede al territorio, es el mapa el que engendra el territorio”.
El proyecto Quadra corresponde al estudio realizado como proyecto de titulación por Estefanía Suarez, diseñadora gráfica. Este proyecto avanza en la línea de investigación que llamamos Diseño para la Democracia y se pregunta específicamente por la ocación que abre el diseño de interacción para pensar las plataformas y servicios de colaboración ciudadana. El encargo original de este proyecto fue identificar oportunidades para el diseño de un servicio web móbil que fortaleciera los lazos entre vecinos, favoreciendo la participación inclusiva y fortaleciendo el capital social mediante la incorporación de las personas a los asuntos ciudadanos.
Las preguntas que aborda este proyecto son: ¿podemos efectivamente cruzar conversaciones (que naturalmente transcurren en el tiempo) con sus lugares (naturalmente espaciales y cartográficos)? Si el sentido que buscamos es integrar a las personas y a las ideas ¿cómo podemos favorecer la equidad y la democracia de los discursos sin desintegrar y disgregar la atención sobre ellos? Durante el estudio, nos damos cuenta que operamos sobre un modo de comunicación (o sistema) altamente complejo y debemos diseñar para favorecer lo que llamamos conversaciones de valor. Las preguntas que quedan abiertas son innumerables, por ejemplo: ¿Son las ciudades y sus paisajes de información susceptibles de ser pensadas como una construcción colectiva y democrática? o ¿cómo se modela visualmente la relevancia de un determinado argumento?
Lo que alimenta a este proyecto es la búsqueda —tal vez utópica— de la polis original, aquella gobernada sin representantes, en una democracia directa; con ciudadanos libres y con espacios públicos (normalmente al aire libre) para la discusión y la deliberación. Era una democracia desintermediada, medida y acotada por el espacio del ágora. Y este espacio estaba medido, a su vez, por el alcance la la voz. Era a partir de esta medida humana que la polis cobraba su tamaño y su gobernabilidad.
Cabe hoy preguntarnos por nuestra relación con el espacio negociable de nuestras ciudades, con nuestros vecinos, con nuestro territorio urbano. Son curiosamente el diseño y la tecnología lo que viene a cuestionar (si no a desmantelar) es el actual paradigma de gobernabilidad, abriendo la posibilidad de la nueva voz pública interconectada que busca su propia y justa medida. Este proyecto avanza en proponer una medida para esta voz nueva.
He had bought a large map representing the sea,
Without the least vestige of land:
And the crew were much pleased when they
found it to be
A map they could all understand.
“What’s the good of Mercator’s North Poles and
Equators,
Tropics, Zones, and Meridian Lines?”
So the Bellman would cry: and the crew would
reply
“They are merely conventional signs!
“Other maps are such shapes, with their islands
and capes!
But we’ve got our brave Captain to thank:
(So the crew would protest) “that he’s bought us
the best—
A perfect and absolute blank!”